Archivo diario: octubre 14, 2008

Bacilo Vacilón

Bacilo Vacilón

Bacilo Vacilón

Soy unicelular, un ser unicelular, pero no uno cualquiera. Sino un chungo de cuidado, la verdad.

Yo antes no era nada, quiero decir que todavía era menos que ahora; que ya resulta difícil, mi función biológica era básicamente nula, me pasaba el día contemplando bacterias en pelotas. En una sola hora, he llegado a contar más de siete millones, por matar el aburrimiento.

En realidad, soy un bacilo, una bacteria vacilona. Un cariotipo de mucho peligro.

Decía que tiempo atrás ejercía de nada, aunque fuera descansado, terminé por hastiarme de tanto curiosear alrededor. Entonces conocí a otros seres, miembros de un grupo de agentes microscópicos. En un principio, despertaron mi recelo, pero después de unas charlas sobre darvinismo, consolidamos una gran amistad.

No como con los protozoos, todo el día de gorra a mi costa; estos bichos apestosos me dieron de pensar, pues por su culpa sentí como un organismo compuesto. Me entraron ganas de joderlos de algún modo, sentí ansias de venganza, ¿Por qué? Porque me tomaron por un primo durante mis primeras incursiones por el ecosistema, chupándome energía a cambio de promesas que jamás cumplieron.

Como siempre había tenido un puntito perverso, probé de introducirme en el mundo del crimen, invitando a insulina a los agentes microscópicos, presentándoles a cromosomas de moral distraída o a simpáticos espermatozoides. Ampliando mi espectro de acción, fui haciéndome un lugar en el mundo de los virus, hasta lograr que me consideraran uno de ellos.

Fue así como me convertí en un infiltrado. Dejándome arrastrar por la infección fácil, el soborno y el chantaje, caí en una trampa del ADN, cuyos agentes especiales en colaboración con los del ARN, orquestando pruebas falsas en mi contra, me obligaron a trabajar para las cadenas del ácido nucleído.

Mi libertad como célula quedó limitada a las órdenes directas del Inspector Ribonucleico, de cuyo contacto dependía mi supervivencia, pues si daba un paso en falso, implicaría mi total desintegración.

Mi primera misión, se basó, fundamentalmente, en escuchar las conversaciones de los virus. Sabía que el Inspector se mantenía a la espera de algo importante, si bien, ignoraba el qué.

Una noche de verano, los agentes microscópicos me llevaron a un local de deglución nocturna, donde bailaban sugerentes cromosomas y corría tanta glucosa como testosterona. Agudizando mis sentidos, logré captar algo sobre un plan de ataque letal, un comando de microscópicos esperaba órdenes para cumplir una misión contra las neuronas. Inmediatamente, me puse en contacto con el Inspector.

– Debes descifrar el anabolismo. Vamos por buen camino, pero es del todo indispensable, saber cuál será la esencia del ataque.

– Si me acerco más, me expondré demasiado.

Tuvimos una pequeña charla en una estación de paso, entre anticuerpos de seguridad camuflados.

– Eres nuestro antagonista, nunca estuvimos tan cerca.

Observé la vanidad en el Inspector Ribonucleico, olvidándose de la relevancia de la misión, anteponiendo sus demonios interiores a la seguridad del estado general.

– Cuando descubran que no soy análogo, me aplastarán como a una atrofia. Necesito garantías.

– ¿De qué hablas? La única garantía con la que cuentas será una transfusión a otro organismo, siempre que cumplas con tu cometido. De lo contrario, no te aplastaré como a una atrofia, yo mismo convertiré tu existencia en un catabolismo.

Por estos lares me movía, filtrándome por vasos capilares, circulando por venas y arterias, investigando moléculas externas. Mi vida se había convertido en una aventura constante, llena de riesgos y peligros. Jugando a dos bandas, la enfermedad y la salud.

– Esperaré tu señal. – Dijo el inspector. – Será la culminación del organismo.

– ¿Se presentará a las próximas erecciones?

– No seas impertinente. Son asuntos de estado crítico.

– Disculpe, debí entender onanismo en lugar de organismo, Soy muy torpe con el vocabulario biológico.

– Desaparece de mi vista, jodido parásito ultra perverso.

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